Palermo, donde la pasión no conoce descenso

El Palermo ha sido, por años, una cuna de campeones para el fútbol europeo, hasta que, este verano, una quiebra financiera lo obligó al descenso a la cuarta división italiana. Sin embargo, los hinchas volvieron a llenar el “Stadio Renzo Barbera” como no se veía desde hace una eternidad.

El del salto es un movimiento simple. El pelvis baja hacia el piso para permitir que las rodillas se doblen; de esta forma, los músculos de las piernas se cargan de la explosividad necesaria para no solo sostener el cuerpo, sino también empujarlo para arriba, de manera que se cree un espacio vacío entre el piso y los pies. Es algo que parece estar en nuestra memoria muscular desde siempre, quizás porque, de niños, nos acostumbramos rápido a tocar el piso y levantarnos. Buen ejercicio para el resto de la vida.

Ahora bien, algo difícil es sincronizar estos movimientos entre muchas personas. Lo lograron, por ejemplo, más de 20.000 hinchas del Palermo el 26 de agosto del año que acaba de terminar, cuando acudieron a su cancha para la presentación del equipo que los iba a representar en la cuarta categoría italiana. Un equipo totalmente nuevo, ya que la reciente quiebra financiera obligó a la rescisión de los contratos firmados por la vieja propiedad. Un conjunto de desconocidos, básicamente, en el que, salvo pocas excepciones, los hinchas no podían reconocerse. Para ellos, sin embargo, no era un problema.

“Qué importa si ahora te has quebrado/ nosotros quedamos juntos/ nosotros estamos todavía/ está garantizado/ Porque no mataron las ganas que tengo de alentar/ ver al Palermo marcar. Y mientras espero un gol/ en la Curva Nord/ solo veo a gente que salta” cantaban los palermitani, mientras el piso bajo sus pies temblaba. O latía, como el corazón de una ciudad entera que quería volver a enamorarse del fútbol, poco importa si amateur o profesional.

 

El Palermo, equipo con una historia más de dolor que de gloría, vivió sus mejores momentos en el periodo que va del 2004 hasta el 2019, el primero siendo el primer ascenso a la Serie A de la presidencia Zamparini, el último siendo el momento de la quiebra que puso fin a su reino. Por alrededor de 10 de estos 15 años, los rosanero se convirtieron en uno de los equipos de referencia del calcio, jugando incluso una final de Coppa Italia y llegando a fases avanzadas de Europa League En el proceso, criaron un número impresionante de jugadores de alto nivel para que se fueran a buscar éxito a los mejores clubes de Europa (Dybala y Cavani son dos ejemplos ilustres) o, incluso, para que contribuyeran a la victoria de Italia en el Mundial 2006 (ese año, el Palermo regala cuatro jugadores a gli azzurri: Barone, Grosso, Zaccardo y Barzagli, más Toni, quien se había marchado la temporada anterior).

Uno de los carteles de la Serie B, división en la que jugaba el Palermo antes de la quiebra, quedó olvidado en el borde del campo de juego. Foto: Antonio Cefalù.

Hoy, los rosanero empezaron una nueva vida con otro nombre (formalmente, pasó de llamarse “U.S. Città di Palermo” a “SSD Palermo”) y otro escudo, que reinterpreta la clásica águila en clave moderna. Deben estar trayendo suerte, ya que el equipo siciliano se encuentra líder solitario de su grupo de Serie D. Por supuesto, cambió también el Presidente. El nuevo dueño responde al nombre de Dario Mirri, emprendedor palermitano y, por alguna imprevisible alineación de los planetas, nieto de Renzo Barbera, uno de los presidentes más amados de la historia de la institución – no es un caso si el estadio lleva su nombre.

Aficionado que ha mantenido su abono en las gradas junto a sus semejantes, Mirri apuntó desde el principio a reconstituir un vínculo con los hinchas, volviendo a dar centralidad a la identidad palermitana. En efecto, tanto entrenador como muchos jugadores son nativos de Palermo y, a través de varias iniciativas – como, por ejemplo, dejar que la nueva camiseta se eligiese a través de un sorteo– se ha vuelto a poner a los sostenedores al centro del proyecto. Una pequeña revolución al sabor de un sándwich panelle e crocchè, típica comida de cancha que se puede comprar fuera del estadio. Entre un bocado y otro, tengo la oportunidad de hablar con algunos aficionados para entender cómo un descenso tan drástico haya acabado alimentando el amor de esta gente.

Cuando hay mucha demanda, podrían hacer falta dos “panellari”. Uno arma el sándwich y e otro se ocupa de freír los productos. En este caso, el más cercano acaba de preparar unas crocchè. Foto: Antonio Cefalù.

En los últimos años, la vieja dirigencia había creado una fuertísima desafección hacia el equipo y los hinchas estaban hartos de sentirse faltados de respeto”, me dice Mauro. “La D ha creado un clima diferente. Los partidos son, sí, más feos, pero es todo más genuino. Sentimos que hay menos barreras entre nosotros y el club”. Despidiéndome de Mauro, todavía con el gigante sándwich en la mano, encuentro a Giuseppe, un chico que llama mi atención por llevar una camiseta de Tanino Vasari, vieja leyenda del Palermo e ídolo altamente reconocido por sus hinchas, pero muy poco por el público nacional.

La ciudad se había cansado tanto de la vieja dirigencia que había dejado de sentir al Palermo como proprio. Hoy, en cambio, está representada por un grupo de palermitani que quieren devolver a Palermo su antiguo entusiasmo”, me explica Peppe – así prefiere que le digan. “La dirigencia ciertamente tiene méritos, porque se puso en contraposición a la anterior, en cuanto personas de Palermo que quieren al Palermo y ponen a la gente y a la ciudad al centro de su proyecto. El público entendió y respondió de esta forma”, me dice indicando el vaivén de hinchas acercándose a las puertas del estadio.

La respuesta a la que Peppe se refiere es la extraordinaria forma de la que los palermitani reaccionaron a este descenso forzado. Mientras la temporada pasada, jugada en la B peleando por el ascenso, los rosanero contaban con tan solo 2 mil abonados (una minucia, si pensamos que en el Renzo Barbera caben 37 mil personas), este año el Palermo rompió el record de abonados en la cuarta división pasando los 10 mil. En cada partido, sin embargo, acuden entre 15 y 20 mil hinchas, figuras que algunos equipos de A ni alcanzan. Jugar con el Troina o con el San Tommaso no marca una diferencia.

Giuseppe dirigiéndose al “Renzo Barbera”. Foto: Antonio Cefalù.

Peppe, me cuenta, estudia en Inglaterra, obligado a emigrar por una tierra de pocas oportunidades, tal como muchos coetáneos. No obstante, él es uno de esos 10 mil que compraron su lugar por toda la temporada. “Decidí abonarme pese a que viva afuera porque este año había que señalar un apoyo a la repartida de esta ciudad. Lo sé, Palermo debería ser conocida por la lucha a la mafia y no por Dybala, pero creo en la importancia del equipo como tarjeta de presentación de la ciudad. Además, quedarme cerca del Palermo es una forma para seguir sintiendo pertenencia a mi tierra”.

Me despido de Peppe con un “in bocca al lupo”, una rara forma que usan los italianos (literalmente “a la boca del lobo”) para desear buena suerte, y me dirijo hacia la entrada. La fórmula no debe haber funcionado, ya que el partido terminó 0-0 con dos penales fallados por el Palermo, uno de los cuales en el último minuto. Los hinchas, sin embargo, seguían saltando. Porque, como hacíamos de niños, después de haber tocado el piso siempre hay que levantarse. Y Palermo no ve la hora de volver a las alturas de un tiempo, pero con la pasión de siempre.

Foto: Antonio Cefalù

Antonio Cefalù

 

Todas las fotos presentes en el artículo pertenecen a Antonio Cefalù y no pueden usarse sin su consentimiento.

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