¡Este sí que es el Madrid!

Los blancos ganan y convencen contra el Eibar, dando nuevamente muestra de su mejor versión

El 6-0 del miércoles podía ser la gran ilusión de la temporada o el punto de partida para el comienzo de una nueva era. Es impresionante lo que puede cambiar en pocos días. Hace una semana, un Madrid sin ideas ni rumbo salía del partido con el Betis con la percepción de haber llegado a un punto muerto en su evolución. Hoy, en cambio, el equipo blanco saltó al césped de Ipurua con la caradura que se necesita para agarrar un partido del minuto uno y tenerlo en un puño hasta su conclusión. Jugando, pero, sobre todo, gustando.  

El trabajo que está haciendo Zidane está por fin demostrando efectos tangibles. El equipo sabe qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Muchos hubiesen esperado que esto pasara ya hace un par de meses, pero tampoco Roma se ha construido en un día, y si en Madrid se quiere reconstruir un imperio partiendo del cimiento, es lícito pedir un poco de paciencia.

Sin embargo, lo que más impresiona del entrenador francés es su capacidad de sorprender con sus alineaciones iniciales, a pesar de una lista de lesionados (o no-preparados) siempre nutrida. La tarea resulta tan difícil que Zidane parece sacar el gusto de concederse este pequeño desafío semanal. La sorpresa de hoy fue haber dejado en el banco Rodrygo, el rey Midas del partido ante el Galatasaray, a beneficio de un Lucas Vázquez que no veía el campo desde el 1 de octubre, fecha del choque contra el Brujas. Vinícius entraría solo en el segundo tiempo por un buen Hazard, cada vez más cómodo jugando en la órbita de Benzema.

El Eibar no encontró la manera de contener a un Madrid cuyos peligros parecían proceder de cualquier zona del campo. Adelante, Kike y Enrich (este último, hoy se convirtió en el jugador con más partidos ligueros del equipo vasco) no sabían por dónde empezar para lograr preocupar a Courtois. El 3-0 del primer tiempo sabía a condena. El 4-0 final, el justo premio a un equipo, el blanco, que fue despiadado y, a la vez, se divirtió jugando a su fútbol. Un juego de contrastes. No porque fuese muy duro, sino porque lograba ser concreto entre un pase de taco y una rabona.

Cierren los ojos y vuelvan al 26 de octubre. Un día de vacaciones forzadas para el Madrid, que miraba la Liga por la televisión porque el clásico se había aplazado. Un alivio, según muchos: mejor no jugar si cuando jugamos va tan mal. Bien, pueden volver a abrir los ojos. Miren lo que hoy es el Madrid. Un equipo que tiene otra percatación de sus medios, que divierte y se divierte. Es impresionante lo que puede cambiar en pocos días. Antes, no jugar por una semana parecía una bendición, ahora el parón va a ser una molestia, porque este Madrid no quiere dejar de verse crecer. ¿Que sea, este, el comienzo de una nueva era?

Antonio Cefalù

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